El Peligro del Juicio y la Importancia de la Discernimiento

la promesa de Mateo 7:7 nos anima a depender de Dios en oración para obtener la sabiduría y el discernimiento que necesitamos
Ilustración en estilo caricaturesco de dos hombres barbudos; uno de ellos con una enorme viga de madera saliendo de su ojo mientras señala con enojo al otro, que lo observa con expresión de sorpresa. Fondo beige claro, sin texto, con líneas limpias y expresiones faciales exageradas que ilustran el mensaje de Mateo 7:3 sobre juzgar a otros
Lectura Biblica! 1 No juzguéis, para que no seáis juzgados.
2 Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido.
3 ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?
4 ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el tuyo?
5 ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.
6 No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen.
7 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.

El sermón del monte, recogido en el evangelio de Mateo, es una de las enseñanzas más trascendentales de Jesús. Dentro de este discurso magistral, el pasaje de Mateo 7:1-7 aborda un tema delicado y fundamental para la convivencia y el crecimiento espiritual: el juicio. Las palabras de Jesús en estos versículos nos invitan a una profunda reflexión sobre nuestra tendencia a juzgar a los demás y nos ofrecen principios cruciales para cultivar la humildad, la autoevaluación y el discernimiento en nuestras interacciones.


La enseñanza comienza con una prohibición directa y contundente: "No juzguéis, para que no seáis juzgados" (Mateo 7:1). A primera vista, esta declaración podría interpretarse como una condena absoluta de cualquier forma de juicio o evaluación. Sin embargo, al analizar el contexto y el resto de las enseñanzas de Jesús, comprendemos que no se refiere a la imposibilidad de discernir o de tomar decisiones informadas, sino más bien a la actitud crítica, condenatoria y farisaica que a menudo adoptamos hacia los demás.


La razón detrás de esta prohibición se revela en el siguiente versículo: "Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido" (Mateo 7:2). Esta es una ley espiritual poderosa que subraya la reciprocidad en nuestras interacciones. La actitud y el estándar que aplicamos a los demás inevitablemente se volverán hacia nosotros. Si somos rápidos para criticar y condenar, podemos esperar ser tratados con la misma severidad. Por el contrario, si mostramos misericordia, comprensión y gracia, es más probable que recibamos lo mismo.


Para ilustrar la hipocresía inherente en el juicio apresurado, Jesús presenta una analogía vívida y humorística: "¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el tuyo?" (Mateo 7:3-4). La imagen de una pequeña astilla ("paja") en el ojo del otro contrastada con un tronco grande ("viga") en el nuestro es impactante. Resalta nuestra tendencia a enfocarnos en las faltas menores de los demás mientras ignoramos nuestros propios defectos mucho más significativos.


La pregunta retórica de Jesús expone la incongruencia de querer corregir a otros cuando nosotros mismos estamos cegados por problemas mayores. Nuestra preocupación por los errores ajenos a menudo sirve como una distracción de la necesidad urgente de autoexamen y arrepentimiento. Es más fácil señalar las debilidades de los demás que confrontar las nuestras propias.


La exclamación "¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano" (Mateo 7:5) es una reprensión directa a esta actitud farisaica. Jesús no está prohibiendo toda forma de ayuda o corrección fraterna, sino que establece una condición previa esencial: la autoevaluación honesta y la resolución de nuestros propios problemas. Solo cuando hemos lidiado con nuestras "vigas" podemos tener la claridad y la humildad necesarias para ayudar a otros con sus "pajas" de una manera constructiva y amorosa.


Después de advertir sobre el juicio hipócrita, Jesús introduce una enseñanza aparentemente diferente: "No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen" (Mateo 7:6). Este versículo habla de la importancia del discernimiento en la manera en que compartimos lo que es valioso y sagrado. Los "perros" y los "cerdos" aquí se utilizan metafóricamente para describir a aquellos que son deliberadamente irrespetuosos, desdeñosos y hostiles hacia las verdades espirituales.


Esta enseñanza no contradice la exhortación a no juzgar de manera condenatoria, sino que complementa la necesidad de sabiduría y prudencia. No estamos llamados a compartir indiscriminadamente el evangelio o nuestras experiencias espirituales más profundas con aquellos que claramente las despreciarán y las profanarán. El discernimiento nos permite reconocer cuándo nuestros esfuerzos son inútiles e incluso pueden ser contraproducentes, llevándonos a ser "despedazados" emocional o espiritualmente por la hostilidad de otros.


Finalmente, Jesús concluye esta sección con una promesa alentadora y un llamado a la acción: "Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá" (Mateo 7:7). Este versículo, aunque aparentemente desconectado del tema del juicio, está intrínsecamente relacionado con la necesidad de dependencia de Dios para obtener sabiduría y discernimiento. Para evitar caer en el juicio hipócrita y para tener la sabiduría de saber cuándo y cómo compartir lo sagrado, necesitamos buscar la ayuda de Dios a través de la oración.


La promesa de que Dios responderá a nuestras peticiones nos anima a acudir a Él en busca de guía y entendimiento. La acción de "pedir," "buscar" y "llamar" implica una actitud de humildad y reconocimiento de nuestra necesidad de la intervención divina. Al depender de Dios, somos menos propensos a confiar en nuestro propio juicio falible y más capaces de discernir con sabiduría y amor.


La relevancia de Mateo 7:1-7 para el mundo actual es profunda. En una era marcada por la crítica constante, las redes sociales y la polarización, la tendencia a juzgar a los demás es rampante. A menudo nos apresuramos a formar opiniones y a expresar juicios sobre las acciones, las creencias y la apariencia de los demás, sin detenernos a considerar nuestras propias faltas o la complejidad de las situaciones.


La enseñanza de Jesús nos desafía a cultivar una actitud de humildad y autoevaluación. Antes de señalar la "paja" en el ojo de nuestro hermano, debemos examinar la "viga" en el nuestro. Esto requiere honestidad con nosotros mismos y una disposición a reconocer nuestras propias debilidades y errores. El proceso de autoexamen no es fácil, pero es esencial para nuestro crecimiento espiritual y para la construcción de relaciones saludables.


Además, el llamado al discernimiento en Mateo 7:6 nos recuerda que no todas las personas están dispuestas a recibir la verdad o a valorar lo sagrado. La sabiduría radica en reconocer cuándo nuestros esfuerzos por compartir son infructuosos e incluso pueden ser perjudiciales. Esto no significa que debamos dejar de compartir nuestra fe, sino que debemos hacerlo con sensibilidad y discernimiento, buscando oportunidades y siendo guiados por el Espíritu Santo.


Finalmente, la promesa de Mateo 7:7 nos anima a depender de Dios en oración para obtener la sabiduría y el discernimiento que necesitamos. No estamos llamados a navegar por las complejidades de las relaciones humanas y el discernimiento espiritual por nuestra propia cuenta. Dios está dispuesto y ansioso por responder a nuestras peticiones y guiarnos por el camino de la verdad y el amor.


En conclusión, Mateo 7:1-7 nos ofrece una guía esencial para nuestras interacciones con los demás. Nos advierte sobre el peligro del juicio hipócrita, nos llama a la autoevaluación honesta, nos instruye sobre la importancia del discernimiento y nos anima a buscar la sabiduría de Dios a través de la oración. Al aplicar estos principios en nuestras vidas, podemos cultivar la humildad, la comprensión y el amor, reflejando así el carácter de Cristo en nuestras relaciones.


Participar en la conversación