¿Qué quieres que te haga?

¿Qué quieres que te haga?

bartimeo llamando a Jesús
En el relato del ciego que estaba a la or orilla del camino en Jericó, podemos encontrar tres cosas que hizo Jesús, y que hoy tienen grandes enseñanzas para nosotros.

Lectura Biblica!
40 Jesús entonces, deteniéndose, mandó traerle a su presencia; y cuando llegó, le preguntó
41 diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que reciba la vista. .
-(Luc. 18:40, 41)


U na de las más hermosas experiencias que he tenido fue visitar la tierra de Israel. Caminar por los lugares donde Jesús caminó. Viajar en un bote sobre el Mar de Galilea, donde Jesús realizó hechos portentosos. Estar sobre el monte donde predicó el Sermón de la montaña, donde multiplicó los panes y los peces, y convirtió el agua en vino. Conocer el lugar donde nació, y el lugar de su niñez y juventud; así como recorrer la senda del Calvario y el lugar en el huerto donde fue depositado su cuerpo herido, donde pagó el precio de nuestra salvación y se levantó victorioso al tercer día. Aunque el desarrollo de la vida espiritual no depende de la visita a Tierra Santa,"la tierra de Jesús", de todos modos es emocionante.

Después de predicar en Tel Aviv y Jerusalén en nuestras iglesias, y asistir a una serie de reuniones sobre el ministerio en favor de los judíos en las afueras de la ciudad, un día decidimos visitar otro lugar que tiene recuerdos hermosos en el ministerio de Jesús. la ciudad de Jericó. Al transitar por las calles de esa pequeña ciudad, con abundantes palmeras y rosas, pronto nos encontramos frente a uno de los sitios más visitados por los cristianos, el sicómoro, el árbol donde Jesús se encontró con Zaqueo.
Allí donde empezó una nueva vida para este pequeño hombre de mala reputación. Al estar en Jericó, vino a mi mente el encuentro de Jesús con otro habitante de esa ciudad que cambió para siempre su vida. Leamos el relato. Se encuentra en San Lucas 18:35-43.

La Palabra de Dios dice: 'Aconteció que acercándose Jesús a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino mendigando; y al oír a la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello. Y le dijeron que pasaba Jesús nazareno. Entonces dio voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Y los que iban delante le reprendían para que callase; pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Jesús entonces, deteniéndose, mandó traerle a su presencia; y cuando llegó,le preguntó, diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que reciba la vista. Jesús le dijo: Recíbela, tu fe te ha salvado. Y luego vio, y le seguía, glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios"..

Era el último viaje de Jesús a Jerusalén. En los versículos anteriores a este relato (lucas 18:31-34), el Maestro les anuncia a sus discípulos:'He aquí subimos aJerusalén, y se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas cerca del Hijo del Hombre. Pues será entregado a los gentiles, y será escarnecido, afrentado y escupido Y después que le hayan azotado, le matarán; mas al tercer día resucitará". El relato de San Lucas nos dice, en forma sorprendente, que ellos no entendieron lo que les dijo. Ahora de pronto están entrando en Jericó y en medio de la gran multitud que viaja por motivo de la fiesta de la Pascua que se aproxima, la atención de Jesús se enfoca en una persona: el ciego a la orilla del camino. Notemos algunas cosas en relación a este hombre:

  1. No solo era ciego, sino que era mendigo. No todos los ciegos son mendigos ni todos los mendigos son ciegos, pero este sí lo era. Era ciego y mendigo. ¿Quién es un mendigo? Es alguien que no tiene la capacidad de valerse por sí mismo para subsistir, para vivir. Alguien que vive de la caridad pública. Está en lo más bajo de la escala social.
  2. Por otro lado, un ciego, en esa cultura y en ese tiempo, era considerado como un maldito de Dios. Para los religiosos del tiempo de Jesús había por lo menos tres situaciones en las cuales se manifestaba el desagrado de Dios sobre los seres humanos. En primer lugar, la lepra. En Israel era considerado el dedo de Dios. el azote de Dios. La maldición de Dios.

    Cuando alguien se declaraba leproso (Lev: 13). era obhgado a abandonar su casa, su pueblo. su gente. Tenía que vivir aislado. y con profundo dolor gritar "¡Inmundo, inmundo!". cuando se aproximaba alguna persona sana. En segundo lugar. la esterilidad en la mujer. Cuando una mujer en Israel no podía tener hijos (aunque la causa podría ser el hombre). era considerada maldita por Dios. Era un deshonor, una afrenta que caía sobre toda israelita (Gén. 30:1,23; Luc. 1:25). Y en tercer lugar: la ceguera Al que nacía o quedaba ciego, por cualquier razón, se lo consideraba un maldito de Dios y un terrible pecador. El caso clásico que podemos mencionar aquí es el del ciego de nacimiento de San Juan 9:2. Allí. los discípulos preguntan a Jesús: "Rabí. ¿quién pecó, este o sus padres. para que haya nacido ciego?
    Esa era la teología que enseñaban los fariseos, y el pueblo la creía. Así pues, los leprosos, las estériles y los ciegos llevaban una vida marcada puesto que su misma familia los rechazaba. Eran una vergüenza para el buen nombre de cualquier hogar judío
  3. Aunque el evangeho de San Lucas no menciona el nombre del ciego a la entrada de Jericó, San Marcos (10:46) lo identifica y dice que se llamaba "Bartimeo". Es interesante notar que el mismo nombre parecía una burla para este pobre hombre. Bartimeo significa "hijo de Timeo"; y la palabra timeo significa "bendito", "bendecido". Podemos imaginarnos cuando alguien se atrevia a preguntarle su nombre y él decía: "Me llamo bendito", la gente quizá se reía porque consideraba que era una ironía o una falta de respeto a Dios.
  4. Es evidente, por lo que veremos más adelante, que Bartimeo no nació ciego. sino que por alguna razón que desconocemos, perdió la vista. Una mañana se despertó. Escuchó el movimiento en su casa y en la calle. Era claro en su mente de que ya era de día. pero no lo era en su mirada: algo extraño le estaba pasando, pues aunque oía los ruidos, todo estaba oscuro. no podía distinguir nada. Preguntó a sus familiares si no había salido el soL y estos sospecharon que algo extraño le estaba pasando a Bartimeo: "¿Qué tienes Bartimeo? ¿Por qué no puedes ver? ¿Qué hiciste mal para que Dios te castigara? ¿Qué nos has hecho Bartimeo ?"

    Ese fue solo el inicio de una vida miserable. De allí en adelante, Bartimeo sería marcado como un maldito de Dios. Rechazado por sus amigos y por su familia, ahora tenía que salir a mendigar a la orilla del camino, en la entrada del pueblo, para poder vivir. La Sagrada Escritura no nos dice cuánto tiempo estuvo ciego. Lo que sí nos dice es que un día, mientras estaba sentado a orillas del camino. pudo percibir que algo inusual estaba pasando. Sus oídos se habían agudizado con el tiempo, y ahora se daba cuenta de que había algo diferente en el ambiente. Entonces preguntó: "¿Qué es eso?" Cuando le dijeron que era Jesús Nazareno quien pasaba por allí, empezó a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!" (Mar.10:47). Notemos que en la versión Reina-Valera de 1990. dice: "Clamó a gritos". La gente lo quiso callar, pero la Biblia dice que gritó más fuerte: "Hijo de David. Ten misericordia de mí'. Para la mayoría de la gente, la expresión "Hijo de David", no tiene gran significado, pero para los judíos era un título mesiánico. En otras palabras, era uno de los nombres con los que se reconocería al Mesías venidero, al Salvador de Israel, por el cual oraba todo devoto judío. Notemos lo que dice San Mateo 12:22 y 23: "Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo; y le sanó, de tal manera que el ciego y mudo veía y hablaba. Y toda la gente estaba atónita, y decía: ¿Será este aquel Hijo de David?". De hecho, el evangelio de San Mateo empieza con la genealogía de Jesucristo: "Hijo de David, Hijo de Abraham" (mateo 1:1), con el propósito de mostrar a los judíos que Jesús era el Mesías que ellos esperaban. Es interesante notar que entre la multitud que entraba en Jericó ese día, la mayor confesión de fe fue la del ciego que estaba mendigando. Ni siquiera los díscípulos habían discernido a Jesús como el Mesías sufriente (Luc. 18:34); el que habría de morir por ellos y por la humanidad en Jerusalén. Los intereses de ellos estaban puestos en un mesías guerrero que los habría de liberar del yugo romano, pero el ciego del camino se dio cuenta de que estaba ante el Mesías prometido, y clamó con desesperación. Jesús se dio cuenta que era su única esperanza, su única posibilidad, su única solución.

En el relato del ciego que estaba a la orilla del camino en Jericó, podemos encontrar tres cosas que hizo Jesús, y que hoy tienen grandes enseñanzas para nosotros. En San Lucas 18:40 y 41leemos: 'Jesús entonces.deteniéndose, mandó traerle a su presencia; y cuando llegó, le preguntó, diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que reciba la vista". Jesús siempre se detiene a la orilla del camino de la vida, donde estamos los "ciegos", los "mendigos", los "cojos", los "olvidados" por todos, para extender su mano maravillosa de bendición. Jesús siempre se compadece de nosotros. No hay una lágrima que se derrame sin que él no la note; no hay un corazón herido que él no pueda sanar.

Un día, un médico le dijo a mi hermano en forma lapidaria: "Tu enfermedad no tiene solución. Es cuestión de tiempo. Tal vez meses ... pero no hay manera de evitar que llegues al final". Pero Dios tenía otros planes ... y mi hermano sanó. Como dice un conocido canto: "No hay un problema que Dios no pueda resolver. / No hay montaña que él no pueda mover. / No existe oscuridad que él no pueda alumbrar. / No hay herida que él no pueda sanar". Sí, Jesús siempre se detiene a la orilla del camino y atiende tu necesidad.

La segunda acción de Jesús fue pedir que le llevaran al ciego ante su presencia (Lucas 18:40). Tal vez nos preguntemos, por qué Jesús pidió eso, en vez de ir adonde el ciego se encontraba. Evidentemente no estaba lejos, estaba a la orilla del camino, y los caminos no eran tan anchos. Aquí hay una lección para nosotros también. En la obra de la redención, Dios nos ha dado un privilegio que no tienen los ángeles: se nos ha confiado una misión; se nos ha dado el privilegio de ser los instrumentos que el Señor quiere usar para alcanzar a otros.


En la experiencia de Lázaro podemos ver cómo Dios quiere que participemos en su obra de dar vida a los "muertos". Según San Juan 11:39, Jesús les mandó: "Quitad la piedra". No necesitaba ayuda, pero involucró a otros seres humanos en la obra de devolverle la vida a su amigo. En San Mateo 28:19 y 20 se nos enseña que la orden es "ir y hacer discípulos". Somos la boca de Dios para hablarles de la solución y la bendición que el Señor tiene para la humanidad. Somos los pies de Dios para ir a buscar a los perdidos. Somos los ojos de Dios para ver con amor a los demás y darles consuelo. Somos las manos de Dios para levantar al caído y mostrarle el camino a la vida eterna

Un día, mientras caminaba por las afueras de la ciudad de Chisinau, capital de Moldavia, una pareja de creyentes de nuestra iglesia en aquel lugar de pronto se detuvo a contemplar un cuadro que les partía el alma: Allí, en el basurero de la ciudad, encima de un montón de desechos, y en medio de una nube de moscas, dos niños de unos cinco o seis años estaban sacando algo de "comida" de entre la basura para saciar su hambre. Conmovidos por lo que veían, se acercaron a los niños y los invitaron a ir a su casa a comer. Los bañaron, les dieron ropa limpia y los alimentaron. Después les preguntaron por sus padres: los niños respondieron que eran huérfanos y que vivían en el basurero. Conmovidos, nuestros hermanos en la fe, los invitaron a vivir con ellos, como sus hijos. Pero los niños, que aceptaron con gusto la invitación, agregaron que no eran los únicos, que en el basurero había otros niños y niñas que vivían como ellos, y que no querían que ellos se quedaran allí.

Pronto, esta familia tuvo diez niños y niñas con ellos. Nuestra iglesia de Moldavia se organizó, y pronto alquilaron un viejo edificio para albergar a 25 niños y niñas huérfanos o abandonados por sus padres. Así nació el Orfanatorio Adventista de Moldavia, ahora con un nuevo y hermoso edificio que construyó una persona con muchos recursos económicos. Nunca olvidemos que en la obra de la redención, somos las manos de Dios. Somos sus ojos, sus pies y su boca. Tenemos una tarea maravillosa que hacer, pues mientras ayudamos a otros, nos ayudamos a nosotros mismos. El anhelo de Jesús para nosotros es que encontremos la verdadera felicidad al llevar a otros a sus pies.

La tercera acción de Jesús ante el ciego de Jericó, fue formular una pregunta: "¿Qué quieres que te haga?" Posiblemente desde el punto de vista humano, esa pregunta no tiene sentido; es innecesaria. Alguien podría pensar: "¿Cómo se le ocurrió a Jesús hacer esta pregunta cuando estaba viendo el gran problema que tenía 'el hombre del camino'? Este ciego era un mendigo; es muy evidente que no debía hacerle esa pregunta".

A veces, los seres humanos no sabemos cómo actuar ni qué decir en determinadas circunstancias. Decimos cosas que no tienen sentido, "para salir del paso". Cierto día estábamos por iniciar el servicio fúnebre de un querido maestro. Un amigo y colega que me acompañaba fuera del templo, vio venir a la viuda hacia nosotros y le extendió _la mano, le dio un abrazo y le dijo, ante mi asombro: "La fehcito, maestra, por la muerte de su esposo". Yo no podía creer lo que había oído. Mi colega era y es uno de los hombres más intehgentes y articulados que conozco, y sin embargo, cuando llegó el momento de expresar su pésame, se confundió y dijo una barbaridad. Jesús, sin embargo. nunca usó una palabra inútil. Detrás de cada declaración siempre había una razón, un propósito. Aquí lo vemos haciendo una pregunta que sí tenía razón de ser. Ciertamente él sabía lo que ese hombre sufría. lo que necesitaba, lo que estaba esperando. Pero recordemos que Jesús es Emanuel. Dios en la carne, y. como Dios, respeta nuestra libertad. nuestras decisiones. Antes de que nuestros labios pronuncien una palabra o una plegaria, él no solo sabe lo que vamos a pedir, sino que conoce nuestra necesidad mejor que nosotros mismos (Mat.6:8). Sin embargo, si no queremos confiar en él y abrirle nuestro corazón para pedir su ayuda. el respeta nuestra decisión.

Por eso, en nuestras oraciones debemos ser específicos. El ciego pidió recobrar la vista (vers. 41; NRV 2000). Y la respuesta inmediata de Jesús fue: "Recíbela, tu fe te ha salvado" (vers. 42). Es evidente que este hombre no era ciego de nacimiento, puesto que dice "que recobre la vista". Solo se recobra lo que se ha perdido, ¿verdad? Un día, nuestros primeros padres, Adán y Eva, perdieron la "vista", porque desviaron su mirada de Dios. Como resultado, ellos quedaron ciegos, y también nosotros. Pero Jesús vino para que recobráramos lo que habíamos perdido. Él dijo: 'Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida" (Juan 8:12).

La mejor petición que podemos hacer

Cuál sería su respuesta a la pregunta: "¿Qué quieres que te haga?" Tal vez usted está enfermo, o enferma. Quizá tiene problemas en su matrimonio. Tal vez tiene problemas con sus hijos. Quizá sus finanzas andan mal, o no tiene trabajo. O tal vez tiene un ser querido que padece una enfermedad terminal. No importa cuál sea su dificultad, Jesús tiene el poder para resolverla. La mejor petición que le podemos hacer al Señor no es más años de vida ni salud ni prosperidad material. aunque esas cosas son buenas en sí mismas. El mejor pedido que le podemos hacer a Jesús es el que le hizo el ciego a la orilla del camino de Jericó: que recobremos la vista. ¿Qué significa esto? Veamos: Lázaro fue resucitado por Jesús. También el hijo de la viuda de Naín y la hija de Jairo. El Señor sanó a miles de personas, ¿pero dónde están ellos ahora?

Los que fueron resucitados volvieron a morir y están en el polvo; los que fueron sanados finalmente murieron. La salud es importante, y también otras cosas, pero hay algo aún más importante: la vida eterna. Tenemos que reconocer que aunque la vida en este mundo tiene cosas maravillosas, también está llena de incertidumbres. Es frágil e incierta. No sabemos qué nos traerá el mañana, si es que el mañana llega. Aquí todo es pasajero, todo tiene un principio y un fin. Por eso, Jesús nos dijo que el mundo no es nuestro hogar; "nuestra ciudadanía está en el cielo, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo." (Fil. 3:20). Por lo tanto, lo más importante es pedirle a Dios que "recobremos la vista". Que podamos ver a Jesús para entonces poder ver como ve Jesús. Que podamos amar como Jesús amó.

Conclusión

Lo único que puede cambiar nuestra condición, lo único que puede darnos la vista, lo único que puede darnos las vestimentas blancas para que no se descubra nuestra desnudez y miseria espiritual, lo único que puede prepararnos para el reino de los cielos, es el oro de la fe de Cristo Jesús. Y las vestiduras blancas de su justicia divina y la unción del colirio del Espíritu Santo, como aconseja el Testigo fiel de Apocalipsis. Nuestra oración debe ser: 'Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí". "Que recobre la vista, Señor", para que pueda tener vida eterna, pues "el que tiene al Hijo, tiene la vida" (1 Juan 5:12). No hay nada más importante que esto. Recuerde, en este día Jesús ha venido a nuestra Jericó, aquí a la orilla del camino donde nos encontramos. Se ha detenido, nos ha llamado y nos pregunta: "¿Qué quieres que te haga?" Pidámosle visión para contemplarlo y realizar la gran misión.

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