6—Nuestra ciudadanía está en los cielos

Canaan Quibdó
mensajes selectos elena white tomo 1
6—Nuestra ciudadanía está en los cielos

Nuestra ciudadanía está en los cielos

ABRAMOS la Palabra de Dios en 1 Pedro 1:13-16. En estos pasajes el apóstol Pedro instruye a los creyentes a ceñirse los lomos del entendimiento. Debemos cuidar especialmente nuestros pensamientos. No debemos permitir que nuestra mente se desvíe y sea seducida por diferentes cosas, porque hay algo más importante para nosotros. Si permitiéramos que la mente siga su curso natural se concentraría en asuntos banales que no nos aportarían ningún beneficio.

Aquí se nos presenta el gran acontecimiento: La venida de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. En ese momento las tumbas serán abiertas, los muertos resucitarán y nosotros seremos transformados. Este hecho debe llenar nuestra mente y desplazar todo lo demás. Hemos de aprovechar al máximo los privilegios y las oportunidades que tenemos a fin de prepararnos para la vida futura e inmortal.

Sermón de Elena G. de White predicado en Copenhague, Dinamarca el 24 de julio de 1886. Manuscrito 9, 1886.


La verdad de Dios nos ha sacado de la cantera del mundo con el fin integrarnos al templo celestial. Podemos contemplarnos mutuamente y decir: «Hay una gran obra que debe hacerse por aquel hermano y por aquella hermana”, pero quizá no tomemos en consideración la obra que debe realizarse a favor nuestro. Si Satanás pudiera infiltrarse en el pueblo y suscitar un espíritu de crítica, se sentirá satisfecho, porque una raíz de amargura habrá brotado entre los miembros y él se sentirá complacido. No todos tenemos el mismo carácter, pero al reunimos en la iglesia y considerarnos como hijos de Dios, profesamos tener un hogar en la ciudad celestial.
Creemos que si edificamos un carácter cristiano, seremos contados con la familia de Dios en las mansiones que él ha ido a preparar para nosotros. Ahora bien, nuestro Padre celestial nos reúne como iglesia para que podamos obtener conocimiento y estemos preparados para vivir en la comunidad celestial. Algunos pueden decir: «Bueno, lo único que deseo es que todos estén de acuerdo”. Pero hay quienes quieren que los demás piensen como ellos piensan. No reconocen que hay defectos en su carácter que deben ser corregidos. ¿Cuál es la obra que tenemos ante nosotros si queremos prepararnos para estar entre aquellos que esperan que su Señor venga en las nubes del cielo? Si espera que asumamos una actitud de humildad ante la presencia de Dios. «Ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado” (1 Pedro 1: 13).

Nadie ha sido llamado a arreglar la iglesia

El Señor no le ha dado a nadie la tarea de pretender arreglar la iglesia; sin embargo, individualmente debemos sentir que somos responsables ante Dios de ser una bendición para todos aquellos con quienes nos asociamos. Debemos considerar que todos hemos sido comprados por la sangre de Cristo. Aquí estamos, piedras vivas de la cantera, hemos de ser cincelados y preparados para la nueva Jerusalén. No permitamos que nadie crea que está del todo bien.
Tan pronto como somos extraídos de la cantera, tenemos una labor que hacer por nosotros mismos. «El deseo de la carne es contra el Espíritu y el del Espíritu es contra la carne” (Gál. 5: 17), y debemos meditar en aquello que nos ayudará a edificar un carácter sólido. No debemos creernos superiores a los demás, sino que hemos de estimar a los demás como superiores a nosotros. Necesitamos que nuestras almas sean elevadas a Dios en todo momento para obtener ayuda, para que no caigamos. Algunos, mientras son muy diligentes para cuidar de otros, se olvidan de la obra que han de hacer por sus propias almas. Hemos de prestar atención a la exhortación del apóstol respecto a que hemos de ser santos en nuestra manera de vivir.
Cuando eliminemos todo lo que constituya un obstáculo para nuestro progreso, el Espíritu Santo entrará en nosotros. Deseamos estar llenos del Espíritu de Jesús, y si ustedes no están estrechamente relacionados con Cristo, entonces sus pensamientos estarán centrados en lo que no tiene importancia; pero si están vinculados con Jesús, serán con toda seguridad canales de luz así como Jesús es luz. Porque Jesús ha dicho a sus seguidores: «Vosotros sois la luz del mundo». Ahora bien, debemos mantener, mediante una fe viva, fijos nuestros ojos en el Autor y Consumador de nuestra fe. «Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia, sino, así como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir” (1 Ped. 1: 14, 15).
Antes de conocer a Jesús la conversación gira entorno a: qué vamos vestir, qué vamos a comer, qué vamos a beber, y nos criticamos unos a los otros. Pero tan pronto como nos familiarizamos con Cristo, nuestra actitud es transformada. Henos aquí, objetos de su amor. ¿Ha ocurrido el cambio en nosotros? Es decir, ¿hemos pasado de muerte a vida? ¿Hemos muerto en verdad al yo? ¿Hemos unidos nuestros corazones y afectos a los del gran Dios? Él es luz y poder. DESCARGAR PDF

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